EL RAYO VERDE

Desde siempre, salir de casa me ha generado inquietud. Cuando estoy fuera, mis ojos buscan una luz que me haga sentir que estoy en ella. Esa luz se convierte en mi primera conexión con el mundo que me rodea. A menudo me quedo hipnotizada observando cómo se posa sobre las prendas de los pasajeros del transporte público que tomo a diario, sin que ellos sean conscientes de lo vivos que están en ese momento.


Cada vez que capturo un instante iluminado es porque siento la urgencia de detener algo que está a punto de desaparecer, para luego conservarlo en mi colección de cosas que me importan por encima de todo, precisamente porque suelen pasar desapercibidas.


Las imágenes de este proyecto son impresiones aisladas del tiempo que, juntas, conforman un relato más amplio. A través de mi fotografía busco abrir un espacio donde lo cotidiano se revele como una evidencia esencial para la reflexión. Mis imágenes son pequeños secretos: algunos los comparto, y otros los dejo suspendidos tras una puerta entreabierta, para quien desee asomarse a mi universo.


No encuentro belleza en lo ‘‘bello’’, sino en su fugacidad: en lo efímero, lo frágil y la vulnerabilidad de existir apenas un instante. Me desplazo como un rayo de luz que escanea la superficie de las cosas. Sin el sentido de la apreciación, no tendría la agudeza necesaria para comprender qué significa ser… y desaparecer en cuestión de segundos.


Mi mirada está atravesada por ideas, emociones y estéticas que se forman a través de lo onírico y lo contemplativo; conceptos que a veces me resultan difíciles de contener o traducir con claridad. Durante mucho tiempo, esa dificultad me generó angustia. Sentía que me extraviaba entre destellos y sutilezas, incapaz de condensar un discurso claro. Sin embargo, he comprendido que ese es el núcleo de mi mirada: no estoy divagando, sino profundizando.


A menudo queremos definir una obra con una frase contundente, pero el proceso creativo no siempre responde a esa necesidad de síntesis. A veces exige lo contrario: paciencia, escucha, entrega y un profundo respeto por los momentos en que nos perdemos, porque es ahí donde se forman las conexiones más importantes.


Lo que me guía es tan literal como un rayo de luz. No solo como fenómeno óptico, sino como aquello que se filtra entre los objetos cotidianos, transformando lo común en extraordinario. Esa luz aparece en los momentos de pausa, de lucidez; no se ve de frente, sino a través de. Por eso ya no pienso en lo anterior como una distracción, sino como el camino hacia la introspección: quizás, mi forma más honesta de estar presente.